lunes, 26 de diciembre de 2016

Miedo

Miedo

Estoy asustada de la forma que ha tomado mi cuerpo y de la manera calculadora en la que me muevo, le temo a mi vulnerabilidad y a mi sentimiento de soledad; han pasado tantos días desde que mire mis ojos atentamente y podía a lo lejos entender que el dolor disminuía, pero, cuando me pare frente al espejo me derrumbe ante mi silueta, ante la mirada incompleta y el enorme vacío en mi pecho.

Deje de sentir miedo de mi misma, poco a poco comencé a temerle al mundo, a las personas, al cielo, a la vida, a los sentimientos, al dolor, al amor, a la pasión y me encontré, una vez más, con el miedo a mí misma y deje que todo eso me hiciera llorar.

Fue un segundo en el que baje la guardia y deje salir las lágrimas guardadas que con esfuerzo había logrado frenar y ocultar, y cuando se asomaron por estos, mis ojos, no hubo nada ni nadie que las pudiera frenar.

Fue en ese momento que perdí lo último que quedaba de mis ganas de vivir.

Hoy, en este instante, quisiera despedirme de lo que conozco, de las personas que han entrado y salido de mi vida, de aquellas que me hicieron llorar y que me llamarón egoísta aun sabiendo que estaba dando mis días por su salvación. Hoy, he decido comenzar este viaje sola, a un lugar mejor, un lugar en el que pueda ocultarme de los seres humanos, de la maldad, del egoísmo, del amor, de las mentiras y de las palabras bonitas que algunos dicen para obtener algo que desean de ti.

Estoy asustada del vacío y la crisis existencial en la que me encuentro, del fracaso académico y laboral al que me enfrento, estoy asustada de mirar a mi alrededor y no encontrar a nadie con quien hablar, de no saber a quién puedo abrazar y estoy asustada de estar aquí llorando sin sentido y sin saber que hacer o porque escribo.

Quisiera estar lista para irme, tomar mis maletas y no regresar, terminar este viaje sin despedirme y dar gracias infinitas por tanto dolor. Pero, estoy asustada, increíblemente asustada de ver tantas lagrimas caer, de sentir tanto dolor y de odiar interminablemente a todo aquel que en algún momento me hizo sentir frágil, débil, vulnerable, egoísta y fea.

Estoy asustada de mi misma, de lo que pueda hacer al sentirme tan frágil, tan sola.
Estoy asustada de la forma que ha tomado mi cuerpo y de la manera calculadora en la que me muevo, de la frialdad que presumo tener, de las emociones que finjo no conocer, estoy asustada de que las personas crean que no siento, que no miro, que no amo, que no espero. Le temo a mi vulnerabilidad y a mi sentimiento de soledad.

Estoy asustada, realmente asustada de mi tristeza absoluta, de mis sentimientos confusos, de mi soledad. Le temo al vacío de mi cama, a la frialdad de mi habitación, le temo a mis manos y a mi corazón. Quiero despedirme sin hablar, sin mirar, sin llorar.

Estoy asustada de lo lento que late mi corazón, de las lágrimas que caen sin compasión, me aferro a la idea de morir sin sentido, de vivir sin vacíos. Miedo intenso, pasión intensa, amor intenso, deseos de muerte intensos.

Fue un segundo en el que baje la guardia y deje salir las lágrimas guardadas que con esfuerzo había logrado frenar y ocultar, y cuando se asomaron por estos, mis ojos, no hubo nada ni nadie que las pudiera frenar.

Fue en ese momento que perdí lo último que quedaba de mis ganas de vivir.

Y tengo miedo.

Siento miedo.

Huelo el miedo.


Le temo al miedo.



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